jueves, 16 de mayo de 2013

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS



Desde 1988 se levanta  el club nocturno  que por más de dos décadas  fue concurrido por la gran elite de Guadalajara,  que entre su juventud “antrera”  fue elegido sin comparación, por su inigualable  diversión causada por  las tres atmósferas que lo conformaban, las cuales proyectaban calidad musical,  gusto al paladar en bebidas y ambiente con actitud  en un solo lugar, que sin problemas se podía disfrutar. Increíble que hasta el 2013 continuara, para que siguieran  viviendo la experiencia cientos de asistentes  ansiosos de recibir fiesta por todos los rincones, de parte de los mejores.

¿Cómo, aquí que aplica?, ¿Pedimos comanda?, no hay RPs ¿qué hacemos? Las dudas empezaban a surgir conforme la gente iba llegando, pero la emoción y el ruido de la música adentro del lugar, aumentaban la adrenalina de todo joven o señorita que se acercaba a la cadena que entre la multitud deseaba entrar,  casi imposible a causa de los empujones, caídas por culpa de los tacones o chorretes   generados por los típicos vasos rojos llenos de tequila y Squirt que los acompañan como amigo fiel desde su pre-copa hasta la entrada,  para poder ser  parte de la gran celebración que les esperaba en las profundidades de Vango.

Y es que no fue como cualquier sábado  en donde los chavos desesperados  por entrar,  gritan desenfrenados , anhelantes de una comanda  firmada por el divo RP que se apodera de su orgullo, se hace de oídos sordos, ciego  y mudo al no hacerles caso.  Aunque  cualquiera que guste ir, se desgaste  sus cuerdas vocales en gritar: “Boris somos  dos parejas y tres hombres”, “Emilio que onda wey, soy Pepe pásame”,  a los RPs nunca se les bajará la prepotencia, para que con amabilidad te digan “pásale, Bienvenido” y menos,  si no cumples con el prototipo deseado: joven, delgada y que siempre  asistan con la ropa adecuada, falda, vestido, tacón,  bien arreglada. Los hombres tampoco se salvan, camisa de vestir, pantalón formal, zapato de buen ver, todo en su lugar y con membresía e IFE en mano éxito, estas dentro.

Pero éste sábado 11 de mayo el ritual de bienvenida al lugar dio un giro diferente, pues la ocasión lo ameritaba. "La ultima y nos vamos", decían por todas las redes sociales;  Facebook, Twitter y en mails, atacaban con su publicidad, “después de 24 años cerramos las puertas de su casa, no se acaba solo cambiamos el lugar”, una pulsera con él nombre de quién la portaba y su IFE, serían su pase de entrada garantizado,  a la madre de todas las fiestas.  Una celebración de despedida que tanto adultos desde cincuenta  a dieciocho  años,  que  tuvieran  un pedazo de plástico llamado membresía podrían ser participes de tal suceso.

“Los vasos  de plástico rojos nunca faltarán,  los chavos siempre llegan  todos borrachos  como a eso de las 11:30 de la noche, en sus camionetas con la música a todo volumen y no solo ellos, sino niñas de todas las edades, exigiendo  la entrada. Pero hoy es diferente, nadie tendrá que pedir comanda  solo se te dará acceso si tienes pulsera y compruebas el nombre que se te puso en la pulsera con tu IFE”, comentaba un hombre de seguridad, con 8 años de antigüedad en el club,   que se preparaba desde las nueve de la noche en la entrada para recibir a la multitud. 

Vango estaba de fiesta. Pasando la cadena de la entrada, te recibía con elegancia una alfombra roja inesperada que recorría las puertas de ingreso donde los guardias catean hombres y revisan bolsos de mujeres.  Los shots de tequila, fotografías con disfraces en cabina y graffitis en las paredes  con hashtags como, #WeareVango, #Every end has a new beginning, #La ultima y nos vamos, te incitaban  a estar con la actitud adecuada  para que recordaras esa noche como si fuera la mejor de las que en tu vida has presenciado.

Vango fue un lugar donde pude vivir muchas experiencias, conocer gente nueva y bailar hasta morir.  Está bien que cierren, todo en la vida se termina y es bueno cambiar de rumbos”, comentó Marcia Montúfar de 20 años, estudiante de recursos humanos en la Universidad Panamericana, que por un mes consecutivo asistió a Vango todos los fines de semana con  sus amigas y amigos, pues reconocía que  en ningún otro lugar podían divertirse tanto sin tener que pagar por bebidas, entrada, y buena música, ya que siempre se encontraban a alguien conocido que las invitaban  a su mesa y convivían  hasta altas horas de la noche.

Nunca se había visto tanta gente en El Bar de Morris, lugar tranquilo donde la música es más calmada y los amigos pueden platicar sin dificultad;  La Red,  cuarto grande donde disfrutar del viento que entra por la terraza se complementa  por  los destellos rojos de la pista que cambian de tonalidades,  en donde puedes bailar, platicar y saludar gente  con un poco más de ritmo.  Y por último la Disco,  espacio que convierten totalmente en suyo los grandes apasionados al baile, ya que la música los provoca a adueñarse de la pista con la ayuda de los sillones que rodean al lugar convirtiéndolo en escenario y a ellos en unos perfectos artistas.

Estas son las tres secciones que dividen a Vango, que para esta gran despedida estaban repletas de personas con sombreros de frutas,  cascos de fútbol americano, orejitas y moños de Mimí brillantes  y lentes de neón invadiendo la atmósfera en las alturas,  que combinadas con los colores  rojo, rosa y azul  de las pistas transportaban a los invitados a otra dimensión.

Todo el ambiente se sentía como si estuviera mandado a hacer, la gente bailaba sin parar, los meseros con gran amabilidad y sonrisa mejoraron su servicio, entregando sin demoras las bebidas solicitadas. Los jóvenes cantando saludaban a los amigos y conocidos, que por mucho tiempo jamás se imaginarían que compartirían la misma velada en tal lugar.  Hasta las estrellas estaban presentes, disfrazadas de globos de helio,  con tonos plateados y negros que colgaban del techo en puntos clave de las instalaciones.

La línea del tiempo musical, fue clave para aumentar el ánimo y retomar las vivencias de sábados anteriores que mucha gente recordaba mientras transcurría la noche, pues fue un recorrido por los años dorados de Luis Miguel, Alejandro Fernández y todo artista que resonó siendo el éxito del momento.

“Siento tristeza, Vango para mí  fue un lugar donde viví muchas experiencias,  pasé muy buenos momentos, conocí  gente, baile y me divertí. Que lo cierren, pues es raro porque desde los 15 años iba ahí, son muchos sentimientos encontrados, no creo que el nuevo lugar vaya a ser lo mismo”. Dice Rodolfo Vargas de 27 años que actualmente administra su propia empresa de camisas “Sobarzo” que junto con su  grupo de amigos,  vaso en mano y cigarro en la otra, rompen pista al centro de ella con la canción “Don´t you worry child” ritmo que enloquece a todo el que la escuche dentro del lugar.

Y como no puede faltar la hora del trono tiene que llegar, pues aunque no lo crean el baño es el punto de reunión en donde muchos, dan una repasada a los temas actuales que involucran a gran número de los presentes en donde se les recuerda, no de muy grata manera.  Bertha que se sabe hasta de las que “realmente no le importan”, es la señora que cuida y vende dulces en el baño de las mujeres. Que durante  12 años estuvo presente en caídas involuntarias, vomitadas desenfrenadas, pleitos amorosos, chismes mal entendidos, lloriqueos atroces, carcajadas resonantes, y hasta destrozos a gran escala.

“Me ha tocado limpiar a niñas que de tan borrachas vomitan en el piso porque no llegaron a tiempo al excusado o cuidar niñas que se desmayan por la misa razón, que una vez que entran  al baño y  cierran la puerta, solo se ve como se caen al piso y salen sus pies por la parte de abajo. O está la típica niña que llega llorando con sus amigas porque vio a su ex novio con otra mujer bailando, hasta me llegan y piden consejos de cómo ligar. Pero la que nunca se me va a olvidar es la de tres niñas, hasta eso delgadas, que se sentaron en el lavabo a platicar y cayeron redonditas hasta el suelo con todo y lavabos”. Bertha se sonríe mientras  termina de decir que está contenta de que sea la despedida, pues el nuevo lugar está más grande y claro ella los seguirá hasta donde vayan.

El momento se iba acercando y el final estaba por comenzar. El DJ rodeado de gente mezclaba las canciones, hasta embriagarlos de emoción con la melodía “Forever Young” que  hacía infinito el momento. Los RPs, dueños del antro y socios con sus trajes de gala  se despedían, repartiendo camisas negras  con letreros neón: “Yo sobreviví a la madre de todas las fiestas”.
5:15 am y llegó el Mariachi, del cual mucha gente no pudo disfrutar pues el tiempo de la madrugada les marcaba el paso. Entre cantos rancheros y gritos, el evento fue terminando.  Había llegado la hora de desprenderse de un lugar  que por mucho tiempo fue sensacional marcando pautas de diversión, pero que por otro poco pasaría a ser solo un recuerdo.

Muchos de los mismos miembros quedaron sin ser parte de la celebración del club al que desde hace tiempo pertenecían, por la falta de boletos que con una rapidez increíble se terminaron, y aún con muchas ganas no pudieron vivir el momento.
La gente se acumulaba en la entrada,  gritos de jóvenes, música a todo volumen y el picoteo de los tacones invadía las calles. Filas de coches desde cuadras atrás daban a notar que nadie podía faltar a la madre de todas las fiestas, la gran despedida de Vango. 


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