Desde 1988 se
levanta el club nocturno que por más de dos décadas fue concurrido por la gran elite de
Guadalajara, que entre su juventud “antrera”
fue elegido sin comparación, por su inigualable
diversión causada por las tres atmósferas que lo conformaban, las
cuales proyectaban calidad musical,
gusto al paladar en bebidas y ambiente con actitud en un solo lugar, que sin problemas se podía
disfrutar. Increíble que hasta el 2013 continuara, para que siguieran viviendo la experiencia cientos de asistentes
ansiosos de recibir fiesta por todos los
rincones, de parte de los mejores.
¿Cómo, aquí que aplica?, ¿Pedimos comanda?, no hay RPs ¿qué hacemos? Las dudas
empezaban a surgir conforme la gente iba llegando, pero la emoción y el ruido
de la música adentro del lugar, aumentaban la adrenalina de todo joven o
señorita que se acercaba a la cadena que entre la multitud deseaba entrar, casi imposible a causa de los empujones, caídas
por culpa de los tacones o chorretes generados por los típicos vasos rojos llenos
de tequila y Squirt que los acompañan como amigo fiel desde su pre-copa hasta la
entrada, para poder ser parte de la gran celebración que les esperaba
en las profundidades de Vango.
Y es que no
fue como cualquier sábado en donde los chavos
desesperados por entrar, gritan desenfrenados , anhelantes de una
comanda firmada por el divo RP que se
apodera de su orgullo, se hace de oídos sordos, ciego y mudo al no hacerles caso. Aunque cualquiera
que guste ir, se desgaste sus cuerdas
vocales en gritar: “Boris somos dos
parejas y tres hombres”, “Emilio que onda wey, soy Pepe pásame”, a los RPs nunca se les bajará la prepotencia,
para que con amabilidad te digan “pásale, Bienvenido” y menos, si no cumples con el prototipo deseado: joven,
delgada y que siempre asistan con la
ropa adecuada, falda, vestido, tacón,
bien arreglada. Los hombres tampoco se salvan, camisa de vestir,
pantalón formal, zapato de buen ver, todo en su lugar y con membresía e IFE en
mano éxito, estas dentro.
Pero éste
sábado 11 de mayo el ritual de bienvenida al lugar dio un giro diferente, pues
la ocasión lo ameritaba. "La ultima y nos vamos", decían por todas las redes
sociales; Facebook, Twitter y en mails,
atacaban con su publicidad, “después de 24 años cerramos las puertas de su
casa, no se acaba solo cambiamos el lugar”, una pulsera con él nombre de quién
la portaba y su IFE, serían su pase de entrada garantizado, a la madre de todas las fiestas. Una celebración de despedida que tanto
adultos desde cincuenta a dieciocho años,
que tuvieran un pedazo de plástico llamado membresía
podrían ser participes de tal suceso.
“Los
vasos de plástico rojos nunca faltarán, los chavos siempre llegan todos borrachos como a eso de las 11:30 de la noche, en sus
camionetas con la música a todo volumen y no solo ellos, sino niñas de todas
las edades, exigiendo la entrada. Pero
hoy es diferente, nadie tendrá que pedir comanda solo se te dará acceso si tienes pulsera y
compruebas el nombre que se te puso en la pulsera con tu IFE”, comentaba un
hombre de seguridad, con 8 años de antigüedad en el club, que se preparaba desde las nueve de la noche
en la entrada para recibir a la multitud.
Vango estaba de fiesta. Pasando la cadena de
la entrada, te recibía con elegancia una alfombra roja inesperada que recorría
las puertas de ingreso donde los guardias catean hombres y revisan bolsos de
mujeres. Los shots de tequila,
fotografías con disfraces en cabina y graffitis en las paredes con hashtags como, #WeareVango, #Every end has
a new beginning, #La ultima y nos vamos, te incitaban a estar con la actitud adecuada para que recordaras esa noche como si fuera
la mejor de las que en tu vida has presenciado.
“Vango fue un lugar donde pude vivir muchas
experiencias, conocer gente nueva y bailar hasta morir. Está bien que cierren, todo en la vida se
termina y es bueno cambiar de rumbos”, comentó Marcia Montúfar de 20 años, estudiante
de recursos humanos en la Universidad Panamericana, que por un mes consecutivo
asistió a Vango todos los fines de semana con sus amigas y amigos, pues
reconocía que en ningún otro lugar
podían divertirse tanto sin tener que pagar por bebidas, entrada, y buena
música, ya que siempre se encontraban a alguien conocido que las invitaban a su
mesa y convivían hasta altas horas de la noche.
Nunca
se había visto tanta gente en El Bar de Morris, lugar tranquilo donde la música
es más calmada y los amigos pueden platicar sin dificultad; La Red,
cuarto grande donde disfrutar del viento que entra por la terraza se
complementa por los destellos rojos de la pista que cambian
de tonalidades, en donde puedes bailar,
platicar y saludar gente con un poco más
de ritmo. Y por último la Disco, espacio que convierten totalmente en suyo los
grandes apasionados al baile, ya que la música los provoca a adueñarse de la
pista con la ayuda de los sillones que rodean al lugar convirtiéndolo en
escenario y a ellos en unos perfectos artistas.
Estas
son las tres secciones que dividen a Vango, que para esta gran despedida
estaban repletas de personas con sombreros de frutas, cascos de fútbol americano, orejitas y moños
de Mimí brillantes y lentes de neón
invadiendo la atmósfera en las alturas,
que combinadas con los colores
rojo, rosa y azul de las pistas
transportaban a los invitados a otra dimensión.
Todo
el ambiente se sentía como si estuviera mandado a hacer, la gente bailaba sin
parar, los meseros con gran amabilidad y sonrisa mejoraron su servicio,
entregando sin demoras las bebidas solicitadas. Los jóvenes cantando saludaban a los amigos
y conocidos, que por mucho tiempo jamás se imaginarían que compartirían la
misma velada en tal lugar. Hasta las
estrellas estaban presentes, disfrazadas de globos de helio, con tonos plateados y negros que colgaban del
techo en puntos clave de las instalaciones.
La
línea del tiempo musical, fue clave para aumentar el ánimo y retomar las
vivencias de sábados anteriores que mucha gente recordaba mientras transcurría
la noche, pues fue un recorrido por los años dorados de Luis Miguel, Alejandro
Fernández y todo artista que resonó siendo el éxito del momento.
“Siento
tristeza, Vango para mí fue un lugar
donde viví muchas experiencias, pasé muy
buenos momentos, conocí gente, baile y
me divertí. Que lo cierren, pues es raro porque desde los 15 años iba ahí, son
muchos sentimientos encontrados, no creo que el nuevo lugar vaya a ser lo mismo”. Dice Rodolfo Vargas de 27 años que actualmente
administra su propia empresa de camisas “Sobarzo” que junto con su grupo de amigos, vaso en mano y cigarro en la otra, rompen
pista al centro de ella con la canción “Don´t you worry child” ritmo que
enloquece a todo el que la escuche dentro del lugar.
Y
como no puede faltar la hora del trono tiene que llegar, pues aunque no lo
crean el baño es el punto de reunión en donde muchos, dan una repasada a los
temas actuales que involucran a gran número de los presentes en donde se les
recuerda, no de muy grata manera. Bertha
que se sabe hasta de las que “realmente no le importan”, es la señora que cuida
y vende dulces en el baño de las mujeres. Que durante 12 años estuvo presente en caídas
involuntarias, vomitadas desenfrenadas, pleitos amorosos, chismes mal
entendidos, lloriqueos atroces, carcajadas resonantes, y hasta destrozos a gran
escala.
“Me
ha tocado limpiar a niñas que de tan borrachas vomitan en el piso porque no
llegaron a tiempo al excusado o cuidar niñas que se desmayan por la misa razón,
que una vez que entran al baño y cierran la puerta, solo se ve como se caen al
piso y salen sus pies por la parte de abajo. O está la típica niña que llega
llorando con sus amigas porque vio a su ex novio con otra mujer bailando, hasta
me llegan y piden consejos de cómo ligar. Pero la que nunca se me va a olvidar
es la de tres niñas, hasta eso delgadas, que se sentaron en el lavabo a
platicar y cayeron redonditas hasta el suelo con todo y lavabos”. Bertha se
sonríe mientras termina de decir que
está contenta de que sea la despedida, pues el nuevo lugar está más grande y
claro ella los seguirá hasta donde vayan.
El
momento se iba acercando y el final estaba por comenzar. El DJ rodeado de gente
mezclaba las canciones, hasta embriagarlos de emoción con la melodía “Forever
Young” que hacía infinito el momento.
Los RPs, dueños del antro y socios con sus trajes de gala se despedían, repartiendo camisas negras con letreros neón: “Yo sobreviví a la madre
de todas las fiestas”.
5:15
am y llegó el Mariachi, del cual mucha gente no pudo disfrutar pues el tiempo
de la madrugada les marcaba el paso. Entre cantos rancheros y gritos, el evento
fue terminando. Había llegado la hora de
desprenderse de un lugar que por mucho tiempo fue sensacional marcando pautas de
diversión, pero que por otro poco pasaría a ser solo un recuerdo.
Muchos
de los mismos miembros quedaron sin ser parte de la celebración del club al
que desde hace tiempo pertenecían, por la falta de boletos que con una rapidez increíble se terminaron, y aún con muchas ganas no pudieron vivir el
momento.
La
gente se acumulaba en la entrada, gritos
de jóvenes, música a todo volumen y el picoteo de los tacones invadía las
calles. Filas de coches desde cuadras atrás daban a notar que nadie podía
faltar a la madre de todas las fiestas, la gran despedida de Vango.