martes, 12 de noviembre de 2013

LAS CATRINAS SE AGUANTAN


Los tacones son el arma mortal de cualquier mujer para aumentar su atractivo hacia el sexo opuesto. No cualquiera es capaz de usarlos, pues se necesita de gran estilo para hacerlos lucir al máximo. Sin embargo, las mujeres sufren de 4 veces más problemas en los pies que los hombres, a causa de los tacones. Problemas como el Hallux valgus, Sesamoiditis o el Dedo en martillo son el gran precio que algunas tienen que pagar  por querer resaltar su vanidad.

 
Enfermedad Hallux valgus (Imagen tomada de la página Medical Digital Deus)


La Academia Americana de Cirugía Ortopédica ya sabe el porqué del número tan elevado de mujeres que sufren de los pies: un estudio llevado a cabo por esta institución revela que ocho de cada 10 mujeres estadounidenses se quejan de que sus zapatos les causan molestias.
 
En la actualidad el récord guinnes de altura de tacón es de 42cm pero una empresa española"Extreme high heles", y el diseñador de tacones altos Pablo Beneit realizan zapatos con tacones hasta de un metro de altura.
 Imagen tomada de Google

 

 

El doctor Jorge Yanes Rodríguez, especialista en Ortopedia y Traumatología, integrante del Grupo de Atención Vital al Trauma y Jefe del Servicio de Cirugía Experimental del centenario Hospital Calixto García, en Ciudad de La Habana, comenta que  las mujeres que usan tacones muy altos son personas consideradas “de riesgo” para sufrir  múltiples esguinces, así como también  son portadoras de alteraciones de la articulación.

 
(Imagen tomada de la página Medical Digital Deus)
 
VIDEO REPORTAJE
LAS CATRINAS SE AGUANTAN

http://www.youtube.com/watch?v=Oi4SClhuYSA&feature=youtu.be


 
ENAMORADA DE LA ALTURA
Mide 1.65 metros, tiene 48 años y todos los días por diez horas usa tacones  de 6 centímetros de alto.  Es ama de casa,  tiene dos hijas y  su vocación es ir a trabajar como asistente personal  del Embajador de Perú de lunes a viernes.  En su trabajo, según lo que ella ha vivido,  la imagen es importante para causar buena impresión, pero no como requisito indispensable, para que las tareas tomen su curso normal.  Para esta mujer, el  estar arreglada y presentable es símbolo de elegancia y buena educación ante los ojos de los demás, es por eso que unos labios rojos, un buen peinado y unos tacones muy altos, son los puntos clave para iniciar su rutina laboral.
Sin embargo, a lo largo de su vida ha descubierto que no sólo en la oficina la elegancia  tiene que acompañarla como elemento de seguridad, sino que en su cotidianeidad y sin ocasión especial para ella, es una forma de sentir comodidad.  Y para lograr la imagen perfecta que siempre quiere proyectar,   los tacones son su herramienta y pasión principal, a tal grado que guarda, en todo el espacio que queda debajo de su cama matrimonial, veinticinco pares de sus preciados tacones.
“Desde los dieciséis años uso tacones todos los días”, responde con orgullo y galantería.  El gusto por el tacón comenzó gracias al primer novio que tuvo; todas las tardes a la hora que llegaba a visitarla, para resaltar más su belleza femenina, ella cambiaba sus zapatos por tacones no muy altos, que le permitían caminar lo suficiente, en una tarde de paseo por el jardín de su querida Ciudad Guzmán,  de la mano del galán.  La costumbre y el gusto se incrementó al cumplir los veintitrés años de edad, pues fue el momento en que empezó a trabajar, exigiéndose por ochos horas, matutinas, el uso de tacón, agregándole las horas de gusto por la tarde.  “Yo los uso y los usaba según la moda, picudos, altos, botín o lo que fuera”.
Después de veinte años de uso cotidiano, voluntario, empezaron a surgir cambios inesperados provocados por el capricho  de no ceder ante la imagen sencilla de su ser mujer. “Empecé a tener problemas en mis dedos, entonces fui a ver a un podólogo que me dijo que el pie era para ponerlo en una superficie plana, de lo contrario, tendría que ser un venado para poderme parar con pesuña”, reía mientras contaba y continuaba con su explicación. “Después de decirme eso, el doctor tomó mi tacón y me acomodó la suela del zapato en mi planta del pie y me demostró cómo mis dedos tenían que apretarse para poder entrar en esa horma”. Sin parar, con cara de preocupación, platicaba lo acostumbrada que estaba a que sus dedos se entumieran tanto, por lo reducido del zapato como para que ya no sintiera dolor alguno.
“Pues si así los hacen, a mi no me duelen, pues así me los pongo”, insiste ella con sus ojos pequeños a causa de la risa que le da, de pensar en aquella ironía.  Pero  a pesar de eso, cuando va a comprar un zapato, siempre busca que esté a su medida, cómodo y que la piel, con la que esté hecho el zapato, sea suave. Además, a partir del surgimiento de ampollas con tonos rojizos y callosidades en los pies,  optó por evitar comprar tacones que la punta fuera picuda.  “Lo que me molesta es que los diseñadores nos hacen gastar mucho, cada seis meses cambian de estilo y como a mí me gusta estar a la moda, tengo que comprar los que la tendencia vaya dictando”.
A ella le gusta cualquier tacón pero cuando quiere estar cómoda prefiere usar las plataformas corridas porque le dan más estabilidad al caminar y al bajar las escaleras de su oficina.  Nunca ha sufrido alguna  torcedura o esguince al usarlos, pero una vez se cayó tan fuerte que ahora tiene la necesidad de poner más cuidado al caminar. “Se me hizo una raya negra que después se convirtió en verde a lo largo del todo el pie; se me hinchó como si me hubiera fracturado, pero lo bueno es que se me quitó”, afirma tranquilamente mientras se come una paleta de nieve sabor limón.
La comodidad, para ella, es sinónimo de usar tacón. El zapato de piso ya no lo puede usar, pues tal es su costumbre y postura modificada, que otra caída fuerte que sufrió fue a causa de unos zapatos rojos que usó mientras iba a la tienda a comprar  comida. “Ya no estoy acostumbrada a usarlos, con el tacón levanto mucho el pie; con los de piso no, por lo que me tropiezo con cualquier cosa”.
Los problemas han ido aumentando, ahora no son sólo los pies y rodillas los que guardan cicatrices en su piel; la cadera es otra parte de su cuerpo que ha sido dañada por el uso cotidiano  del tacón.  “Hace seis años me empezó a doler la cadera.  Últimamente ha incrementado el dolor, y sí fui a revisarme, pero me dieron des inflamatorios y me dijeron que el problema estaba en el nervio ciático. Lo que ya no me gustó fue que me dijeran que si seguía yendo, y el dolor aumentaba aún con todos esos tratamientos, tenía que hacerme una resonancia magnética”, disgustada continuaba diciendo que el precio del tratamiento había sido el motivo por el que no había regresado a checarse.
Ella continuo con los medicamento regulares que tenía que ingerir para clamar el dolor, además inició con clases de natación por recomendación de unas amigas suyas, como terapia de relajamiento, por sus problemas de salud y estrés de la oficina.  Hasta que un día el dolor fue tan grande, que no tuvo remedio y fue a hacerse la resonancia, teniendo como resultado dos hernias de disco en las lumbares. “Me dijeron que no eran candidatas a cirugía, pero que de ahora en adelante tenía que dejar de usar los tacones, por lo menos en las tardes para que no me fueran a operar”, mientras lo decía meneaba la cabeza y se sonría con ternura.
“No quiero que me operen, por eso voy a nadar”, afirma con seguridad, pues los doctores le han dicho que para cuidar su problema tiene que dejar de usar los tacones, bajar de peso y hacer ejercicio. “He hecho todo eso, menos quitarme los tacones. Ya no los uso por las tardes, la verdad, y hago unos ejercicios que ellos me recomendaron hacer, pero todas las mañanas me los sigo poniendo”.
Aunque no quiera, el uso de tacones se ha vuelto indispensable para ella, en primer lugar, los comentarios de su esposo motivan a su vanidad para que los siga usando, “él dice que me veo hermosa”.  Y en segundo lugar,  con ellos puestos asegura que siempre se verá guapa, su físico resaltará, su postura será más derecha al caminar y la ropa se le verá más bonita.  En realidad, para muchas mujeres, los tacones deberían de ser la octava maravilla del mundo, pues todo el arte y magia que se crea con ellos depende del gran sacrificio de usarlos. Para esta mujer no es sacrificio, al contrario, es un gusto único en la vida.

Galería de fotografías de mujeres que han sufrido alguna deformación o daño  a causa del uso del tacón.